miércoles, 6 de marzo de 2024

TENDENCIA DE LA BANQUISA ANTARTICA

 


El hielo marino o la banquisa en la Antártica es otro tema que regularmente aparece en los titulares periodísticos como un elemento comprobatorio de que ciertas situaciones climáticas estarían en su punto más álgido. Tanto el hielo marino como la lengua de un glaciar son objetos concretos y oculares, que están a la vista todos y por tanto pueden ser sometidos a un análisis exhaustivo. Si bien un trabajo de campo puede dar luces sobre lo que sucede con el avance o retroceso glaciar e incluso lo puede lograr una breve excursión de fin de semana, no sucede lo mismo con el hielo marino y específicamente el de la Antártica. Determinar cómo se ha comportado durante un invierno no está tan al alcance, porque la travesía para ver in situ el estado de este es arriesgada y restringida. Por esta razón, entre otras, los investigadores han acudido a herramientas de tipo remoto para “mirar” lo que sucede con el hielo marino, si está ahí, si creció lo suficiente en la estación de invierno y cuánto dejará el verano de ese crecimiento. Para este contexto, los satélites artificiales son la tecnología que ha permitido indagar sobre estas cuestiones y, en base a un corto registro que no va más allá de la década de 1970, generar una historia de estas extensiones y contracciones del hielo marino.

Figura 1: Extensión del hielo marino en la Antártica el 22 de septiembre de 2013, cuando el hielo cubría más del Océano Austral que en cualquier otro momento de los registros por satélite. El color gris oscuro corresponde a tierra firme, las barreras de hielo a gris claro y el contorno amarillo muestra la distribución del hielo marino promedio en septiembre de 1981 a 2000.


Otros métodos más indirectos, en el sentido de que se necesita un análisis o proceso previo para extraer la información de interés, lo constituyen los datos de estaciones meteorológicas, las concentraciones de ácido metalsufónico, que proviene del fitoplacton y los testigos de hielo, conocidos mejor como “ice cores”. Seguramente habrá otros métodos que no están en esta breve lista, pero, por lo visto, son unos de los más utilizados para realizar estudios sobre la extensión del hielo marino. Y aunque, como se dijo, debe haber más métodos tan buenos como los mencionados, llama la atención que la aplicación de cada uno de ellos arroje resultados tan distintos. Incluso, el uso de una sola herramienta ha dado lugar a conclusiones contrapuestas.

Pero antes de continuar comentando algunos trabajos sobre la extensión del hielo marino, hay que hacer un paréntesis sobre lo que es este ácido que se está utilizando de forma amplia por el mundo científico en glaciología.

Ácido metanosulfónico, MSA.

El MSA proviene de la oxidación del DMS (sulfuro de dimetilo o también llamado dimetilsulfuro), que es el compuesto biológico de azufre más abundante que se libera a la atmosfera que está sobre los océanos. Este producto biológico proviene de la actividad del fitoplancton, una de cuyas características de variabilidad estaría dada por la presencia o ausencia del hielo marino. Por lo tanto, el MSA, al ser un producto de la oxidación del DMS en la atmósfera, se trasformaría en un importante agente de información en forma de proxy, puesto que, al quedar depositado en la nieve, puede con el tiempo formar parte de los núcleos de hielo y ser extraído del mismo para ser datado.

Un esquema del ciclo del azufre, donde participan tanto el DMS como el MSA, se puede apreciar en la siguiente Figura 2:

 


Figura 2: Representación esquemática de los procesos y depósitos involucrados en el ciclo biogeoquímico marino de DMSP y DMS. El papel dominante de los grupos funcionales en los diferentes procesos se indica mediante elipses de colores: verde, fitoplancton; azul, zooplancton; rojo, bacterias; Negro, factores abióticos. CCN, núcleos de condensación de nubes; DOM, materia orgánica disuelta; DMSO, dimetilsulfóxido; DeCS, metanotiol; MPA, mercaptopropionato; MMPA, mercaptopropionato de metilo; MSA, ácido metanosulfónico.

Fuente: Stefels, J., Steinke, M., Turner, S. et al. Environmental constraints on the production and removal of the climatically active gas dimethylsulphide (DMS) and implications for ecosystem modelling. Biogeochemistry 83, 245–275 (2007).

El recuadro rojo de la Figura 2 está indicando la parte del ciclo del azufre que sería el origen del MSA. La precipitación de este compuesto desde la nube, formada por núcleos de condensación que también son parte del ciclo del azufre, se acumularía en la superficie junto con la nieve, pasando a formar parte del casquete antártico. Gracias a este proceso, los científicos extraerían posteriormente el núcleo de hielo que contendría las concentraciones de MSA suficientes para datar el momento de la depositación, abarcando una escala temporal mucho más amplia.

Hasta aquí el paréntesis sobre el MSA.

Mirando por encima algunos trabajos sobre lo que le ha tocado vivir al hielo marino durante el siglo XX, uno puede encontrarse con situaciones como las presentadas por Curran et al. (2003) (Link 1), cuyo artículo en Science nos dice que utilizando las concentraciones del ácido metanosulfónico mencionado más arriba, pudieron establecer que hubo una disminución en un 20% en la extensión del hielo marino, que a su vez se conoce como SIE (Sea Ice Extent, utilizando la jerga científica de publicación) desde la década de 1950, específicamente en el sector de Law Dome, lado oriental de la Antártica. Este hallazgo implicaba para los autores que una tasa importante del hielo marino austral estaba en declive y, aunque reconocían que la tendencia es al aumento del SIE con los datos satelitales, tales estimaciones estaban basadas en información de pocos años (unos 22 años) por lo que no eran concluyentes, ya que las concentraciones de MSA reflejarían la verdadera pauta, es decir, al declive sí o sí y que esa pequeña inclinación observada con una perspectiva temporal más panorámica en satélites sería sólo una ciclicidad dentro del registro. En otras palabras, estábamos observando sólo un pequeño intervalo y no la pintura completa.


Figura 3:
Law Dome MSA record (1841 to 1995) and SIEmax in the 80°E to 140°E sector (1974 to 1995). Faint gray line, MSA annual; thick gray line, MSA 3-year running mean; thick black line, MSA 20-year running mean; black line with open circles, SIEmax 3-year running mean. (Inset) Correlation of annual MSA with annual SIE max for the overlap period 1974 to 1995 (P , 0.002, n 5 22).

Fuente: Mark A. J. Curran, van Ommen, T. D., Morgan, V. I., Phillips, K. L., & Palmer, A. S. (2003). Ice Core Evidence for Antarctic Sea Ice Decline since the 1950s. Science, 302(5648), 1203–1206.

Antes de proseguir:

Una definición operacional importante sobre la temporada de cobertura del hielo marino es que su duración en cualquier región o área particular se refiere al número de días por año en que al menos el 15% de esa área está cubierta por hielo marino. 

Continuando con la exposición de otros trabajos, Abram et al. (2010) (Link 2) publicaron un estudio donde encontraron evidencia de disminución del SIE de distinta magnitud en el Mar de Bellingshausen durante el siglo XX, a través de concentraciones de MSA, datos de reanálisis meteorológico e información satelital. Ellos concluyeron que el hielo marino se retiró unos 0, 7º de latitud al sur, lo que no habría sido uniforme en la serie temporal, sino que habría existido un aumento pequeño, según información satelital posterior a 1979. Además, analizaron y compararon reconstrucciones de hielo marino usando distintos métodos y fuentes, para ver la coherencia de sus propios resultados. De acuerdo con esto, la disminución de la extensión del hielo marino de la Antártica habría sido la tendencia preponderante durante el pasado siglo, asociándose al calentamiento que habría estado presente en ese intervalo temporal.

Figura 4: El registro MSA (curva negra delgada) derivado de los tres núcleos de hielo de la Península Antártica se correlaciona significativamente con la disminución de la presión media del nivel del mar sobre el Mar de Amundsen (curva verde; datos de reanálisis del NCEP para la región 100°W–140°W, 55°S–70 °S, promedios de julio a junio) [Kalnay et al., 1996] y con el récord histórico de aumento de la temperatura del aire medido en la estación Faraday/Vernadsky (curva delgada de color púrpura; invertida; promedios de julio a junio). Las curvas gruesas en negro y morado son medias consecutivas de 11 años, y la línea negra discontinua muestra la media del registro MSA apilado durante el intervalo de normalización 1901-1990.

Fuente: Abram, N. J., E. R. Thomas, J. R. McConnell, R. Mulvaney, T. J. Bracegirdle, L. C. Sime, and A. J. Aristarain (2010), Ice core evidence for a 20th century decline of sea ice in the Bellingshausen Sea, Antarctica, J. Geophys. Res., 115, D23101, doi:10.1029/2010JD014644.

Tomando en cuenta regiones más amplias del Globo, Parkinson et al. (2021) (Link 3) hicieron una recopilación del hielo marino en el Ártico, en la Antártica y a nivel mundial, concluyendo particularmente para Antártica que hubo máximos de hielo marino hasta el año 2016, seguido de mínimos que se recuperaron recién a partir del año 2020, basado en información satelital multicanal especializada para este tipo de investigaciones.

Por estas mismas fechas y apuntando más alto en la escala temporal, se publicó un estudio que consideraba una serie de 200 años y que utilizó nuevamente las concentraciones de MSA para datar la presencia o ausencia de hielo marino antártico. Haciendo extensivo su estudio a los mares que rodean el continente antártico, Yang et al. (2021) (Link 4) analizaron núcleos de hielo provenientes de seis sitios que incluyeron el Mar de Weddell, el Mar de Bellingshausen, el Mar de Amundsen, el Mar de Ross, parte del Océano Índico y el sector occidental del Océano Pacífico, para reconstruir la latitud más septentrional (palabra que alude a cualquier sitio al norte del punto que se considera) que habría alcanzado el hielo marino durante el periodo considerado, que ellos llamaron NLSIE (Northernmost Latitude of Sea Ice Edge).

     

       

Figura 5: Observed Antarctic sea ice concentration (colored area) trends for the extended winter season (August, September, and October) from 1979 to 2016. The red stars denote the proxy sites for sea ice reconstruction. The sectors are indicated as the Weddell Sea (WS), Bellingshausen Sea (BS), Amundsen Sea (AS), Ross Sea (RS), and Indian and western Pacific Ocean (IndWPac).

Fuente: Claire L. Parkinson, Nicolo E. DiGirolamo. Sea ice extents continue to set new records: Arctic, Antarctic, and global results, Remote Sensing of Environment, Volume 267, 2021,



Figura 6: (a) Reconstructed (gray) and satellite-derived (black) total NLSIE for the Antarctic (NLSIE_Ant) as annual (thin lines) and running decadal averages (red thick lines). (b) Trends for NLSIE_Ant with differing start years and interval lengths. All trends significant at the 95% level are stippled.

Fuente: Yang J, Xiao C, Liu J, Li S, Qin D. Variability of Antarctic sea ice extent over the past 200 years. Sci Bull (Beijing). 2021 Dec 15;66(23):2394-2404. doi: 10.1016/j.scib.2021.07.028.

 

Otro paréntesis:

El SAM es un índice climático que se expresa como la diferencia entre los campos de presión a nivel del mar entre las latitudes 40° S - 65° S del hemisferio sur. El SAM es el principal modo de variabilidad de la circulación atmosférica de las zonas extra tropicales del hemisferio sur.

El IPO es la sigla en inglés de la Oscilación Interdecadal del Pacífico y es una medida de la variabilidad decadal e interdecadal de las anomalías de la Temperatura Superficial del Mar o TSM (SST por sus siglas en inglés) en el Océano Pacífico.

Figura 7: El continente antártico y sus principales mares.

Fuente: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=44756870 De Antarctica and the Southern Ocean-es.svg: Rowanwindwhistler (discusión · contribs.).



Ambos índices estarían dando cuenta de los resultados por sectores que se habrían obtenido y que no coinciden en los patrones, puesto que simultáneamente se tienen ambos escenarios. De acuerdo con lo que evalúa cada índice, se tendrán tendencias diferentes, por lo que es difícil señalar un solo camino en el comportamiento del hielo marino durante el siglo XX. Si las cosas son miradas desde el punto de vista del índice SAM tendríamos en su fase positiva retiradas de hielo en mares de Bellingshausen, Weddell y avances en los mares de Amundsen y Ross. Al observar un mapa de estos mares, se entiende donde predominan estas oscilaciones y porqué solo afectan a ciertos sectores de la Antártica. Si, por otro lado, vemos sólo a la Oscilación Interdecadal del Pacífico, se tiene mayor influencia en los mares de Amundsen, Bellingshausen y Weddell mientras el índice SAM es más notable en los océanos Pacífico occidental e Indico y en el Mar de Ross.

El año recién pasado, en un blog, (Link 5) se dice que el hielo marino no volvió a los niveles esperados en comparación con el periodo 1981-2010, de acuerdo con la información que posee el Centro nacional de Datos de Hielo y Nieve (NSIDC por sus siglas en inglés), que está a 2,6 millones de km2 por debajo del promedio de este periodo y que está creciendo ahora último más lentamente que cualquier otro invierno desde 1978. En esta publicación, señalan que los científicos no tienen claro las razones de por qué estaría sucediendo esto. Se especula lo que pasará este verano 2024 en la Antártica con el hielo marino, cuya retirada debió haber comenzado en septiembre del año 2023, coincidiendo con las condiciones primaverales.

Hasta aquí, todas las referencias presentadas están de acuerdo en que la extensión del hielo marino ha ido disminuyendo no sólo durante estos últimos años de era satelital, sino que lo lleva haciendo hace centurias, según el proxy del MSA.

Si la totalidad de publicaciones estuviesen de acuerdo con estos resultados, la exposición terminaría aquí y sería un mero relato informativo de la cronología de estudios sobre el tema. Pero resulta que las opiniones y los estudios no coinciden con este punto de vista. Dentro del mismo periodo considerado de estudios, existen también publicaciones que hablan del aumento de la extensión del hielo marino antártico y la propensión a que esta situación no cambie dentro del corto plazo. Cavalieri y colegas, allá por 1997, (Link 6) dijeron que la extensión del hielo marino disminuyó en algunas áreas mientras aumentó en otras, pero que ésta última superó a la disminución en un 20% aproximadamente, todo en base a información satelital. Señalan que la variabilidad interanual y decadal es significativa, por lo que acusan la presencia de oscilaciones atmosféricas y oceanográficas que estarían influyendo en su comportamiento, tal como reconocen los autores que trabajaron en los mares antárticos de Ross, Bellingshausen, Amundsen y Weddell.

Desde otra fuente, el año 2002 la NASA (Link 7) publica un artículo diciendo que los satélites muestran aumentos generales en la capa de hielo marino y que este aumento comenzó a finales de los años 70. Realiza un notable alcance sobre la variabilidad espacial: el Mar de Ross habría tenido en promedio temporadas de hielo marino más largas, mientras que la mayor parte del mar de Amundsen y casi todo el mar de Bellingshausen tuvieron temporadas cada vez más cortas. A su vez, destacan que la única zona que ha tenido un calentamiento durante el periodo observado es la Península Antártica en su vertiente occidental, en la que se hayan los mares de Bellingshausen, Amundsen y Weddell, donde las temporadas de hielo marino se han ido acortando. Al año siguiente, un reporte desde Australia (Link 8) indica que, tras el análisis de datos meteorológicos de la estación Casey, se encontró que tuvo periodos cálidos desde 1957, donde comienza el registro hasta finales de los años 70 observando las temperaturas de invierno, lo que pudo haber incidido en la extensión del hielo marino. Sin embargo, en los años 90 se aprecian veranos más fríos y una caída de la temperatura media anual de invierno junto con la media anual, mostrando enfriamiento desde fines de los años 90.

Figura 8: Monthly deviations in sea ice extent (light solid curve) with both BLR (long-dashed) and OLR (short-dashed) trend lines for (A) the Arctic and (B) the Antarctic. A 12-month running mean (curve with dots) is also shown for both.

Fuente: Cavalieri, D. J., et al. “Observed Hemispheric Asymmetry in Global Sea Ice Changes.” Science, vol. 278, no. 5340, 1997, pp. 1104–06.





Figura 9: La estación australiana de Casey, (66.3S 110.5E) muestra su registro de temperaturas medias desde 1957 que se presenta más abajo, incorporando al invierno (azul), al verano (rojo),la primavera (amarillo), el otoño (verde) y las temperaturas medias anuales (línea negra que, de paso, muestra una tendencia al enfriamiento, en particular desde 1997).

Fuente: Fundación Argentina de Ecología Científica FAEC. https://www.mitosyfraudes.org/Articulos.html

En un artículo de la Real Sociedad de Reino Unido del año 2015 (recientemente aparece sólo en la BBC News), (Link 9) ésta se pregunta por qué razón está disminuyendo el hielo marino del Ártico y no el de la Antártica. Esta reflexión la hacen en el contexto de los mínimos históricos que ha presentado el Ártico mientras que en la Antártica entre 1979 y 2014 ha tenido un ligero aumento en su extensión, generalizando, puesto que no se puede perder de vista que la Península Antártica tiene una dinámica diferente debido a su localización geográfica y su relieve accidentado.

Finalmente, algunos científicos se muestran sorprendidos por el patrón al enfriamiento observado en la Antártica, estadísticamente significativa. Esto gracias a un estudio publicado en 2021 (Link 10) donde se mostró un conjunto de datos de reanálisis de ERA5 en 2017 y se comparó con mediciones de 41 estaciones meteorológicas. La pauta dominante encontrada fue de enfriamiento para la Antártica Oriental y Occidental, mientras que hay una predisposición al calentamiento en la Península Antártica, que, comparativamente hablando, es una tendencia bastante mínima en contraste con el resto del continente helado, cuyos dos tercios se estarían enfriando a razón de 0,7°C por década durante los últimos 40 años, con un enfriamiento de 2,8°C desde 1980. Habría que ver si el principio de frecuencias dominantes se impone y la Península es contagiada por esta propensión al frío.

 


Figura 10: Comparación de tendencias entre reanálisis y observaciones en seis estaciones seleccionadas, para las estaciones australes de otoño (a), invierno (b), primavera (c) y verano (d) durante el período 1979-2018. AS = Amundsen-Scott; POR = Byrd; MA = Marambio; NO = Novolazarevskaya; SB = Base Scott; VO = Vostok. “*” representa que la tendencia es significativa en el intervalo de confianza del 95%.

Fuente: Zhu J, Xie A, Qin X, Wang Y, Xu B, Wang Y. An Assessment of ERA5 Reanalysis for Antarctic Near-Surface Air Temperature. Atmosphere. 2021; 12(2):217. https://doi.org/10.3390/atmos12020217

  

Algunas reflexiones finales

Después de esta somera descripción de los estudios que se han hecho sobre el SIE, caben algunas conclusiones a partir de ellos, aunque aún no hay una postura común que sea concluyente.

Los trabajos que encontraron una disminución del SIE, basados en el proxy MSA me parece van muy bien encaminados, en vista del proceso biogeoquímico que respalda a esta técnica. Por su parte, la información satelital está respaldada en datos medidos en tiempo real, por lo que pueden ser un excelente aliado a la técnica mencionada. Sin embargo, en la exposición precedente, los resultados arrojados por ambas técnicas difieren. Pero antes de buscar explicaciones a estas diferencias, hay que indagar en la forma en que fueron utilizadas. Las conclusiones alcanzadas por el estudio de Curran son muy relevantes porque conceden una gran importancia a los resultados del MSA y, si se considera esto desde este punto de vista particular, en que se utilizó una reducida serie satelital, esto tendría bastante asidero, ya que la ventana de visión satelital es comparativamente más pequeña y por tanto son muchos los años con registro en blanco durante el siglo XX, por lo que la conclusión de estos investigadores es lícita y lógica. Si bien es cierto el hallazgo es importante, lo encontramos localizado en ese sector geográfico en particular y con un solo testigo de hielo. Los mismos científicos comentan que puede haber mucha otra variabilidad natural dando vueltas, suavizada por otros efectos regionales que se vuelven muy dominantes cuando se reduce el zoom de la vista, en un principio tan panorámica. Estas fluctuaciones propias de la región camuflarían la “real tendencia” en toda la Antártica para la era satelital, es decir, reconocieron que “el corto periodo de observación satelital puede estar empapado de todos estos efectos”, puesto que constituye una observación directa, no una simulación informática. Sin embargo, cuando se llevan las cosas al plano estadístico, la buena correlación del MSA con el SIE tiene mucho más peso que otras consideraciones al momento de sus conclusiones y por esa razón apoyan el uso de MSA como un eventual proxy para este tipo de indagaciones.

Ahora, desde el punto de vista de la representatividad del estudio, éste queda supeditado a ese punto específico geográfico y no al resto de la Antártica, como se dijo. Por ende, declarar que el continente está experimentando un declive en su SIE desde los años cincuenta (y no hacer mención que se trata de un sitio puntual) genera una estela de duda, pues el trabajo parece tendencioso, dentro de su correcta exposición científica. Aunque también encontraron disminución Abram et al. utilizando ambos métodos, cuando contrastan con la información satelital los datos indican aumento del SIE. No obstante, en su conjunto y como tendencia dominante, haya disminución del hielo marino.

Cabe hacer notar que Parkinson et al. utilizó solamente información satelital que, según el método de cuadrícula que poseen satélites especializados, cuya metodología consiste en calcular concentraciones de hielo marino cuadriculadas en proyecciones estereográficas polares y áreas de celdas de 625 km2, les permitió estimar la cobertura porcentual de área de hielo marino para determinar su presencia con concentraciones de al menos 15%, de acuerdo con el marco conceptual señalado más arriba y el algoritmo creado por la NASA; de acuerdo con lo señalado, los intervalos de máxima y mínima presencia de hielo marino estarían bien definidos y esto en realidad puede lograrse, porque los satélites cuentan con la resolución temporal para definirlos (a los intervalos). Hay que hacer notar también que cuando se utiliza la técnica satelital los resultados vienen expresados en años y km2 de extensión, en cambio, con el MSA, se obtienen significancias estadísticas, niveles de confianza e intervalos anuales mucho mas anchos, que no bajan normalmente de las decenas de años. Conforme a esto, los dos métodos deben complementarse para afinar los análisis posteriores.

En un caso distinto, al utilizarse los seis sitios con testigos de hielo, el MSA no es concluyente, debido a que, al considerar 200 años de estudio, las oscilaciones atmosféricas y oceanográficas aparecen para agregarle un condimento extra al estudio. Y es que nivelar estadísticamente las observaciones o conclusiones del MSA no bastan para explicar comportamientos diferentes en los alrededores de la Antártica. Por un lado, se tiene el SAM y por el otro el IPO y ambos, de base, no siempre coinciden, por lo que se tendrían distintos escenarios en una misma región geográfica. Señalar entonces que el SIE de la Antártica está en franco declive es muy aventurado y carente de rigurosidad científica. Este estudio a su vez corrobora los dichos de Cavallieri et al., quienes resaltan justamente este detalle: las oscilaciones atmosféricas y oceanográficas son muy relevantes entorno a la Antártica, tanto así que no es tan fácil pronunciarse y eso que ellos trabajaron con información satelital. Allí donde el SIE disminuye en el lado opuesto aumenta, es decir, los movimientos polares rítmicos y cíclicos de toda la vida.

También es importante mencionar que los trabajos que encontraron una tendencia al aumento del hielo marino fueron hechos con sustento satelital y de registros de estaciones meteorológicas, es decir, observación in situ, por lo que no se pueden obviar estos resultados. Como sea, actualmente ya se ha aceptado que hay una propensión al enfriamiento estadísticamente significativa. Esto no debería ser motivo de sorpresa, puesto que los estudios e investigaciones llevados a cabo dentro de la Antártica han mostrado que se mantiene estable y que en realidad tiene una inclinación marcada hacia el enfriamiento. El hielo marino, en su conjunto, obedece mas a cuestiones regionales y características geográficas concretas de cada uno de los mares que rodean a este continente. Sus fluctuaciones son estacionales y el que haya mas hielo marino en un año que en otro resalta las variaciones que año tras año se presentan en estas latitudes, que a su vez están conectadas con todo el aparataje atmosférico y oceanográfico que las rodea. En resumidas cuentas, el hielo marino antártico es una expresión de cómo han variado y se han fortalecido o debilitado los modos de oscilación y que tanto han sido estos últimos alimentados por el balance de energía global, esto es, por la influencia solar.

En definitiva, ¿qué método es mejor? Los diferentes resultados obtenidos de estos trabajos nos indica que la naturaleza y extensión de las mediciones (directas en el caso de los satélites e indirecta con el proxy) tienen mucha relevancia e importancia para las conclusiones alcanzadas. Me parece que la metodología a aplicarse debe ser evaluada de acuerdo con la naturaleza de la investigación. A fin de cuentas, la resolución temporal de los métodos que se utilicen nos entregará las fluctuaciones que son capaces de detectar. Si se logra en un futuro aproximarnos a un nivel de detalle que nos permita analizar intervalos temporales más pequeños en ambos métodos, esto redundaría en directo beneficio del estudio mismo y ayudaría a incrementar el conocimiento científico.

 

 

 

 

 

 

jueves, 28 de septiembre de 2023

La Antártica y su estabilidad en 2023.

 

En mayo de este año 2023, se publicó un interesante estudio sobre la variación areal de las plataformas de hielo de la Antártica, a cargo de tres autoras, quienes utilizaron información satelital, específicamente los datos del satélite MODIS, entre 2009 a 2019 [link]. Las autoras concluyeron que las pérdidas de masa del lado occidental del continente eran compensadas largamente por las ganancias del lado oriental, por lo que, en suma, la Antártica no estaría perdiendo masa de forma apremiante, sino que conservaría, durante al menos el decenio estudiado, un estado de equilibrio.


Mapa antártico del cambio en el área de la plataforma de hielo de 2009 a 2019, con los nombres de las plataformas de hielo superpuestos en una superficie de Bedmap2 de la Antártida. Las áreas del círculo indican la cantidad total de área de la plataforma de hielo (en km 2) perdida (rojo) o ganada (azul). La línea negra en negrita representa la costa antártica y combina datos de 2015 y 2019.

Fuente: Andreasen, JR, Hogg, AE y Selley, HL: Cambio en el área de la plataforma de hielo antártica de 2009 a 2019, The Cryosphere, 17, 2059–2072, https://doi.org/10.5194/tc-17-2059-2023 , 2023.

Estas conclusiones parecieron haber calado hondo en la comunidad científica y los interesados en estos temas, debido a que, al parecer, este estudio habría servido de base para atestiguar que el mentado calentamiento global, cambio climático o como se le llame a la teoría, habría perdido sustento.

Algunas publicaciones al respecto incluso van mas allá, negando estos resultados y declarando que es falso que la Antártica haya ganado masa.

https://chequeado.com/ultimas-noticias/es-falso-que-la-antartida-haya-ganado-hielo-y-que-esto-demuestra-que-el-cambio-climatico-no-existe-se-trata-de-una-tergiversacion-de-un-estudio-cientifico/

Aquí, destacan el hecho de que las plataformas sólo representan el 10% de la superficie antártica, lo que por supuesto es así. No obstante, no se debe caer en esa trampa tan fácilmente. Las plataformas juegan un papel fundamental dentro de la dinámica glaciar del continente helado, reteniendo y resguardando a los glaciares de un aceleramiento de sus flujos, por ejemplo. Que estas plataformas estén promoviendo un balance de masa positivo al continente en su conjunto no debe provocar mayor perturbación, excepto si este balance se utiliza con fines fuera de lo científico o académico.

Por otro lado, se afirma también que la Antártica ha perdido masa importante entre los años 1992 y 2020, sin mostrar una evidencia, un estudio o algún enlace para fundamentar tales afirmaciones. A este respecto, los datos y los antecedentes indican que es lo contrario.

De forma irónica pero no menos firme, el autor de este artículo [link1], señala que en enero de este año 2023, estando el hemisferio sur en la estación de verano, se registraron temperaturas sumamente bajas, como los -47,5ºC en la estación de Vostok, que no se registraba desde enero de 1989, con unos -48,5ºC. Estos datos se alejan considerablemente de un escenario de pérdida de masa, pero son sólo temperaturas. Si se tienen en cuenta los balances de masa, hay también antecedentes sobre ganancias récord para este año. Uno de ellos, citado en este enlace [link2], muestra un aumento del balance de masa superficial de la Antártica que se basa, a su vez, en otros estudios donde tanto datos como investigaciones confirman que estamos presenciando un enfriamiento continuado y que vendría arrastrándose desde hace decenios.


Izquierda) SMB acumulado (en mm) desde el 1 de marzo de 2022 hasta el 19 de enero de 2023. De manera confusa, los rojos/naranjas representan ganancias de nieve/hieloDerecha) Igual que Izquierda, pero respecto al promedio 1981-2010 desde el 1 de marzo hasta el 19 de enero de 2023.

Fuente: https://i0.wp.com/electroverse.co/wp-content/uploads/2023/01/2022-SMB-fig2a.png?ssl=1

Algunas comunicaciones importantes están relacionadas con la modificación del aumento del nivel del mar debido a intensas nevadas, que alteraron algunos pronósticos de científicos que preveían un deshielo mas acelerado durante la estación estival en la Antártica occidental, que comúnmente es citada cuando se mencionan tanto los colapsos de las plataformas de hielo como la escasa extensión de la banquisa antártica. [link3].

Otro aspecto importante es la tendencia que ha estado mostrando el continente helado durante los últimos decenios, que se discute con mayor profundidad aquí [link4]. En esta publicación de septiembre de 2021, es decir, prácticamente hace 2 años atrás, ya se consideraba notable que el enfriamiento estuviese tan asentado en el continente. Si bien existe una tendencia al calentamiento en el sector de la Península Antártica, como era de esperarse, también se adjudica un enfriamiento en la parte sur del WAIS (West Antarctic Ice Sheet) y en el EAIS (East Antarctic Ice Sheet).


Fuente: https://upload.wikimedia.org/ Map_of_Transantarctic_Mountains.jpg

Que en redes sociales se tome este estudio y sus conclusiones como una bandera de batalla para demostrar que el cambio climático no existe no es correcto, debido a que el estudio mismo ni siquiera menciona esta teoría. Sólo está atestiguando, con una metodología, que las plataformas permanecen en equilibrio, generalizando y con una predisposición al crecimiento de las mismas. En definitiva, el estudio en cuestión no afirma ni niega nada, por lo que es una pérdida de tiempo y energía discutir acaloradamente por lo que las personas en las redes sociales interpreten sobre él.

Las fuentes en las que se basa el artículo, que habla de la falsedad del estudio, pertenecen al Panel Intergubernamental del Cambio Climático, que a esta altura de la historia todo el mundo conoce. Ya hay suficientes antecedentes que demuestran que sus escenarios a partir de modelos sobre lo que sucedería con el clima durante el siglo XXI no son fiables ni concluyentes.

Cabe señalar, además, que el estudio no asevera que la Antártica haya crecido, sino sólo sus plataformas, las estudiadas. De todas maneras, el comentario del crecimiento del continente es extraño, porque la Antártica no crece por sus plataformas, sino por el volumen de su casquete y, desde este punto de vista, el lado oriental ha permanecido en equilibrio o aumentado su volumen, por lo que por ningún lado se puede apreciar que el continente esté perdiendo masa de forma acelerada y catastrófica. La parte occidental y, en especial la Península, son los sectores donde se ha producido un calentamiento, por un calentamiento atmosférico generalizado, al que se llama Calentamiento Global y que finalizó en los últimos años del siglo XX. Lo que vivimos ahora es una inercia térmica que debería ir desapareciendo a mediados de este siglo XXI [link5].

En fin, la tendencia es al enfriamiento y eso debería preocuparnos…




Al otro lado del mundo, en el polo norte, específicamente en Groenlandia, el volumen de hielo sigue creciendo. Aquí también se ignoran los avances que efectúa el hielo y que son monitoreados por el Portal Polar [link6] y el Instituto Meteorológico Danés.

Finalmente, el mar congelado alrededor de la Antártica también es motivo de controversia. De igual modo en este caso, como en el anterior, se afirma que la extensión de la banquisa antártica ha disminuido y que eso provocará una gran catástrofe [link7]. Sin embargo, hacer ese tipo de comparaciones, es decir, la extensión del presente año versus el promedio de 1981 a 2010 puede prestarse a confusiones. Cuando se realizan, se enmascaran muchas situaciones y fenómenos dentro del periodo que pudieron haber afectado el promedio citado. Es una generalización, donde no se mencionan años atmosféricamente más dinámicos que otros y presencia de fenómenos como ENOS y otras oscilaciones interdecadales e interanuales que sí o sí afectan la circulación de la atmosfera y el comportamiento de los vientos por esas frías latitudes. Hay que comparar peras con peras y manzanas con manzanas. No se deben olvidar las anomalías meteorológicas anuales que hemos tenido como continente en cuanto a la precipitación y las temperaturas. Y como bien dicen por ahí, la Antártica no es un continente aislado. No sólo envía aire frío y ambiente congelado, sino que recibe el impacto de las corrientes marinas y los vientos provenientes de latitudes más bajas, con ambientes más templados. Son principios básicos de circulación general de la atmosfera, de libro, por lo que tal vez es un poco exagerado decir que porque este año la banquisa antártica tenga unos millones menos de km2 debe suponerse que estamos al borde de algo inminente y catastrófico. Los desprendimientos de hielo son muy susceptibles de los vientos de esas latitudes, provenientes del vórtice antártico, que por velocidad angular terrestre son elevadísimos.

En cuanto a la implicancia de que el hielo sea menor para los glaciares de la Antártica, esto no es mas que dinámicas naturales que han ocurrido siempre en esos ambientes glaciológicos (que espero abordar en otra publicación). Es como el ciclo hidrológico, es sorprenderse porque llueva en un lugar después que ha habido una gran evaporación en otro lugar. El glaciar que es contenido por la presencia del hielo marino sabe qué hacer en tales circunstancias y reaccionará de acuerdo a esto. Esto se puede encontrar en cualquier libro de Glaciología. Son fenómenos naturales que tenemos la fortuna de presenciar, por lo que no deberíamos asustarnos, sino que maravillarnos del mecanismo que la Naturaleza tiene para lograr el equilibrio.

 

 

 






TENDENCIA DE LA BANQUISA ANTARTICA

  El hielo marino o la banquisa en la Antártica es otro tema que regularmente aparece ...